Mi recorrido a través de el duelo
- Analía Fiorentino
- 29 ene 2020
- 3 Min. de lectura
Para todo ser, transitar un duelo conlleva dolor, tristeza, angustia, enfado, indiferencia ... A cada uno se le dispara de formas diferentes, pero siempre está el proceso a encarar, antes o más tarde. Es un paso que deberá transitar, y en estos casos es común escuchar eso de que "el tiempo borra las heridas" y no es cierto, el tiempo no borra las heridas si no se aceptan y se sanan, el tiempo tapa la herida, la entierra, le tira capa y capa de tierra para que no se SIENTA, pero la realidad es que si no se sanó esa herida continúa ahí, y cuando una situación se asemeja, ese dolor saldrá a la luz, aunque no sea de la misma gravedad. No es lo mismo perder a un ser amado a perder un trabajo, sin embargo el camino del dolor de pérdida conducirá allí. En mi primer experiencia con la pérdida de un ser amado, me confrontó al dolor de mi niña, ese dolor de creer en una sanación que no llegó, fue como ver a una niña pidiendo a la estrella fugaz el deseo de la vida y no tener respuesta, fue exponer esa ingenuidad a la realidad, y a su vez cubrir todo ese dolor con una coraza de fortaleza, que no era más que esconder todo lo que sentía, la decepción y lo difícil de comprender que las cosas nos pasan a todos, y que todo es una cuestión de perspectiva. En su momento estaba tan rígida a sentir dolor que conforme pasaba el tiempo solo alcancé una inestabilidad emocional que conllevó a dispersarla a otras áreas, y si bien avanzaba, en otro sentido retrocedía. Por un lado me llevó a encontrar mi propósito de vida, a conectar con la esencia de lo que soy y a encontrar un camino en mi vida. El no transitar y soltar ese dolor impedían el progresar.

Claro está que hoy puedo ver todo el dolor que me generé al negarme inconscientemente a afrontarlo, y ya no tenía que ver con la persona perdida, porque desde mis creencias continúa en un plano superior, si no con el dolor de esa niña, con el no haberla atendido en ese momento, dejarla estancada, es la niña que no sabía cómo transitar y experimentar el dolor, y es que es algo que no se enseña. Le tenemos pánico a que duela, y en realidad cuando nos permitimos sentirlo lo liberamos y transformamos, es como si lo abrazamos con amor inconmensurable, así se transforma, es como ver el momento en que la oruga entra en el capullo y sale siendo una mariposa. Decidir abrazar el dolor es una forma de soltar el miedo a sentir y trascender transformado en amor, amor por esa persona que trascendió este plano, pero que aquí nos dejo y compartió lo que necesitábamos aprender de él, amor por lo que hizo y no por lo que dejó de hacer porque desde lo que aprendí yo también puedo hacer. En ese momento yo recorrí el camino largo hasta llegar a ver todo esto. Cada cual en su momento tiene un camino a recorrer y si bien los pasos del duelo para todos son los mismos, el camino y el tiempo será personal, yo lo recorrí a través de mi niña porque era ella la que tenía que sanar para soltar, siempre hay una decisión de por medio y cuando te decidiste consciente o inconsciente todo es sanar, desenterrar y dejar ir ... soltar... amar.
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